Díario de Viajes: Día 46
Día 46: Ultimo día en Thessaloniki
Me levanté como mencionado en el blog anterior de un sueño de doce horas, probablemente el mejor sueño que he tenido en este viaje. Ya tenía mis planes preparados para el día ya que estaba renergizado para hacer muchas cosas y aprovechar esta única día completa en la ciudad de Thessaloniki. Por lo que era demasiado de tarde para el desayuno gratis del hostal, subí hacia el bar del techo para tomarme un café frío. Antes era más fanático de los cafés calientes pero por los calores y sudores que he experimentado en mi estadía en Grecia hize el cambio al café frío. Después de tomarme el café frío, algo extraño pasó: empezé a tener dolor de cabeza. Pensaba que quizás fue el café, pero empezé a escribir las cosas malas cuando estaba haciendo mi blog y estaba sintiendo mareado, por lo que pensaba que necesitaba comida.
Fui hacia la calle de Aristóteles para comerme un desayuno en una panadería donde comí dos bocados de un sandwich que ni recuerdo lo que tenía adentro, porque los cuatro euros que pagué iban a ser para otra cosa. Paré de comer el sandwich porque me estaba sintiendo mareado, así que guardé el sandwich para orita y fui hacia la farmacia para comprarme un ibuprofen para el dolor de cabeza. Cuando llegué al hostal subí al bar para tomar agua con las pastillas, y fui hacia la área común para descansar un poco: en verdad estaba sintiendo un poco nauseoso y con ganas de vomitar, pero no pude botar. Después de unos cuantos minutos de virarme de lado a lado en el sofá de la área común, ya vi dónde se me fueron los cuatro euros en el sandwich: una bolsa para sacar todito mi vómito, creando una sopa de calabaza para aderezar mi emparadado. Pensé que todo estaba bién por lo que vomité en la bolsa, pero la bolsa fue de papel de mascarilla, por lo que empezó a filtar y derramarse hacia el piso. Fuí a lado en recepción y le ofrecí a recoger el sucio yo mismo, pero me dijeron que descanse y limpiaron el vómito del piso.
Por esa situación perdí mitad del día por lo que lo pasé recuperando en el hostal, y haciendo los blogs que me faltaban sobre mi estadía en Chania. A las cuatro de la tarde sentí mucho mejor, por lo que decidí irme al distrito del norte de la ciudad de Thessaloniki, la cual tiene edificios de los tiempos turcos y los muros antiguos de la ciudad. Después de tomarme un vinito de recuperación en el bar del hostal pensando que era Happy Hour pero no lo estaban hacinendo en los fines de semana, fui a rentarme un e-scooter de “Lime” de cuatro euros por treinta minutos. Con el e-scooter pasé por las calles de la zona portuaria con sus edificios neoclásicos de siglo XIX, una era donde la arquitectura turca cogía más y más influencia ocidental, y subí por las calles del centro de la ciudad para llegarle al vecindario norteño del centro de la ciudad.
Por lo que esta parte de la ciudad no fue destruído en el fuego del 1917 se compone mayormente de arquitectura tradicional en una planta orgánica de calles angostas y sinuosas que te hacen sudar con sus empinas. La arquitectura de las casas de este vecindario tiene mucha influencia turca y balcana, por lo que se componen de yeso blanco, marcos y entramados de madera en las esquinas y tienen techos del losetas rojas la cual es sotenido por más madera: arquitectura que encuentras en países balcanos como Bulgaria, Bosnia, en ciudades turcas como Istambul. Subiendo por las calles con estas casas de serosías de diferentes colores vas viendo como la vista de la ciudad de Thessaloniki se va poniendo más y más impresionante.
Cuando ya alcanzas la cima de la colina te encuentras con los muros bizantinos de la ciudad, la cual no puedes irte encima de ellas porque la mayoría queda en un estado de ruinas. Ahí puedes admirar la técnica de cosntrucción romana en que se componen estos muros, la cual montan capas de ladrillos entre piedras y mortero, como si fuera un bizcocho de piedra, barro fundido y mortero. Al fin del camino iendo hacia el este encuentras el Torre del triángulo, un torre medieval que ha sido parte del castillo de la ciudad en los tiempos bizantinos, aunque ese castillo no existe hoy. Aunque no pagué los cinco euros para entrar al castillo, puedes ver vistas espectaculares de la ciudad desde la terraza que está al frente del castillo. Senté ahí viendo las vistas de la tarde macedónio por veinte minutos para después bajar al vecindario a comerme algo.
Caminé otros diez minutos bajo las casas antiguas de este vecindario para comer mi última cena en grecia en una taverna que se llama Tsinari, un restaurán que queda en una esquina con tres otras tavernas tradicionales. El interior del restaurán es bien tradicional, por lo que tiene los techos ,columnas de madera y ventanas grandes como un equivalente a la casa criolla en Puerto Rico, y tiene muchas fotos, engravados, y mapas antiguas de la ciudad que te dan un imagen de lo que parecía en los tiempos de antes. Ahí vi en el menú unas albondigas de cordero que su traslación en inglés es una palabra bién inapropiado, la cual lo iba a ordenar para ser gracioso, pero el mesero me dijo que ya no quedía y me comí otro plato de albondigas griegas. La comida estuvo muy buena y barata con proporciones que te satisfacen lo suficiente. Ya era hora de regresar al hostal y beber en el bar del techo.
Mi corrida en e-scooter fue un poco turbulento a camino del hostal por lo que fue mi primera vez en coger e-scooter desde Catania, así que mis habilidadez de manejar uno son zero. En una casi me caí, raspándo parte de mi tobillo con el scooter. Los dos muchachos que me pasaron también en e-scooter pensaron que me hicieron un corte de pastelillo de la santísima madre, por lo que se ríeron cuando me caí: vamos a ver lo que pasa a esos dos muchachos en el futuro que se van a recordar y arrepentir de mofarse a mí. Me quedé viendo el atardecer en el bar del hostal espaciado con los edificios y condominios de la ciudad en el horizonte, esperando a que se terminara a secar mi ropa. Vi en el chat de Hostelworld que la gente del hostal estaban planificando ir a un bar a tomarse algo, por lo que me apunté, y le llegué caminando hacia el bar Ereipio, donde vended bebidas baratas de uno a cinco euros. Ahí me tomé un “Margharita Sunrise” de cinco euros, la cual estuvo bueno, y un shot de un licor que se me olvidó el nombre la cual no me gustó a primeras pero al fin me gustó. A las una de la mañana regresé al hostal para dormir hasta la cinco de la mañana donde voy a encontrarme con una muchacha que acordamos a compartir un taxi al aereopuerto.
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