Díario de Viajes: Día 44

 Día 44: Bahía de Balos 

7/17/2025





    Por lo que la misma cosa pasó que ayer con lo de Samaria, fuí a la estación de bus para ver si me podrían rembolsar las taquillas: la respuesta simple fue no. Ahí decidí quedarme con la taquilla del ferry como suvenir aunque nunca fuí a ese ferry y cambié una de las taquillas para uno de aereopuerto para llegarle a Thessaloniki el próximo día. El plan para este día fue básicamente como la de ayer, rentarnos un carro para irnos a una playa, esta vez la bahía de Balos, la cual decidimos ir más tarde para evitar los bullicios y los calores de madre. Como eramos siete personas, tuvimos que rentar un carro grande de ciento y cincuenta euros, la cual fue veinte prara cada persona. Tuvimos una conversación con la señora del rental mientras conseguían el carro: una minivan de Volkswagen. 





    El camino a la bahía de Balos es casi lo mismo que la playa de Phalasarna, por lo que se corre por la misma carretera, pero en un momento hay que dar una vuelta al otro lado para irse norte hacia el parque nacional que contiene la playa. Después de una parada en la gasolinera, fuimos de rumbo hacia el parque escuchando música del teléfono porque la radio no estaba funcionando por alguna razón. En la entrada del parque nacional hay que pagar siete euros para la entrada y otros dos para el estacionamiento al fín del trámite. Guiar por la carretera te lleva media hora y el camino abajo hacia la playa otra media hora. 






    Me asusté mucho en el camino hacia el estacionamiento por lo que para llegarle ahí hay que atravesar una carretera de tierra la cual algunas veces hay que parar para dejar pasar los otros carros, y casi no hay varillas por la parte del acantilado así que si uno guía irresposablemente en esa calle se puede caer a un fín abrumador. Aunque estuve asustado la carretera era bien linda por lo que tenía vistas dramáticas de la bahía que está al lado de Balos donde puedes ver los botes pasar con paz y serenidad por el mar azul con el fondo de montañas grandes e intimidantes. En el camino hay edificios tal como una iglesia chiquita y una casa de piedra que queda en la cima de un monta que da bajo hacia el mar. También puedes ver ahí muchas cabras por la cual parece que Balos es un tipo de ecosistema para esas cabras la cual suben y bajan por el paisaje árido cretense. Después de media hora ya llegamos al estacionamiento. 





    En el estacionamiento nos llenamos la barriga por comernos algo bobo y tomar agua para después bajar el sendero para llegarle a la playa. Llegamos a la hora perfecta porque ya todo el mundo se estaba preparando a irse o ya de camino hacia sus carros, así que la baja fue todo para nosotros mientras todo el mundo que estaba compartiendo el camino con nosotros iba a la dirección opuesta. Vi una cabra jústamente al lado mío, la cual le di un pedazito de mi sandwich la cual lo comió. La que me estaba acompañando me dijo que era mal idea, la cual estuvo correcto porque la cabra me brinco encima calmadamente queriendo más comida, la cual mi solución fue coger otra pieza de sandwich y tirarlo lo más lejos posible: la cabra siguió la pieza. Después de bajar por la depresión entre dos colinas grandes, ya bajamos hacia la playa, la cual tiene una vista espectacular desde el sender arriba hasta cuando estás abajo en la playa. 






    La playa comienza en una colina grandísima de arena la cual bajamos para tener un buen espacio mirando hacia la poza que compone la playa, y el peldaño que mira hacia el Mar egeo. Ahí hicimos actividades normales de playa tales como meterse en el agua y acostarnos en las toallas para secarnos. La agua de la poza estuvo sorprendientemente tivio para ser una playa mediterránea, por lo que en el piso no vas a sentir arena, vas a sentir una capa de sargazos que se siente bien raro cuando los pisas. Ya cuando pisas el sargazo puedes sentir agua fría en la parte de abajo, porque parece que el sargazo contiene la agua fría abajo mientras que el agua de arriba se queda tivio. La arena estuvo menos pero que la de Phalasarna, por la cual no hubo viento que te espetara arena en la cara, pero mi toalla quedó bien manchada por ella. 






    Nos quedamos viendo casi todo en mundo irse de la playa para ver el atardecer darle al lugar una magia que nunca pensé que era posible. Pusimos música mientras vimos parado la neblina de la tarde cubrir el sol y el horizonte rosacio la cual dio un color dorado al paisaje de la bahía. Vimos la neblina convertirse en lluvia en la distancia mientras ubimos otravez hacia el estacionamiento para irnos a tener una cena griega. Pasamos el camino patando una bola de voleibol que se llevó del hostal hasta que llegamos al carro, la cual se pató la bola bajo otro carro, por lo que tuve que coger un palo para recuperar la bola. La guía hacia atrás estuvo más fácil por lo que hubo casi nadie iendo hacia la dirección contraria, así que tuvimos una posición cómoda en la carretera aunque era de noche y hay que tener un poco de cuidado. 






    Terminamos el día en un restaurante griego llamado restaurante Gramboussa, la cuan tiene al lado un jardín donde crecen su comida al lado de un bar. El lugar se vio expectacular como si fuera un lugar de comida gourmet, pero con precios de restaurante normal, la cual me tuvo satisfecho con la opción. Me comí una Moussaka con unos dakos de aperitivo, una bruscetta cretense con queso feta y olivas. Después de la comida llegamos al hostal donde hablamos una o dos horas más, la cual me recordaron tener una alarma para la hora en que me tuve que ir para no perder el vuelo hacia Thessaloniki. Terminé arropándome viendo las estrellas del cielo esperando para irme al bus del aereopuerto a las cuatro y media de la mañana. Era ya el fin de mi estadía en paraíso. 

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