Díario de Viajes: Día 27

 Día 27: Llegada a Atenas

6/29/2025





    Después de tener un sueño bastante raro el lo poco que dormí esa noche, desperté a las 5:30 para preparar las últimas cosas para ya irme de Malta. El “check-out”, como en todos hostales, fue bien simple por lo que solo tuve que entregar unas cosas y ir. Bajé a las seis o estación de bus para coger el “shuttle” hacia el aereopuerto del país, donde pude ver el amanecer rozar el paisaje mientras ir por las carreteras pequeñas de la ciudad. Ya llegado al aereopuerto tuve tiempo de más porque hice el “check in” en línea, por lo que decidí desayunarme algo en el aereopuerto antes de ir a la seguridad. Fui al café Costa que está al lado de la mesa de Aegean, la aereolínea que iba a volar en unas cuantas horas, donde me comí un latte de 21 onzas, un jugo de china y un croissant, la cual costó casi doce euros; me imagino porqué. 




    

    Después del carísimo desayuno, fui a la seguridad, donde fue más corto que los cinco minutos de seguridad en Catania, por lo que hubo absolutamente nadie haciendo la fila. Pasar por seguridad así de rápido fue una delicia exepcto la confiscación de mi jabón de bañar. La área de espera del aereopuerto de Malta es el opuesto polar que la seguridad, por lo que hay mucha gente y casi todas las sillas estaban tomadas. Ahí decidí sentarme a planificar mi última parte del viaje hasta las 8:15, donde apareció ya la puerta de bordaje de nuestro vuelo, donde en casi nada empezamos a bordar. Cuando di mi pasaporte y mi pasaje, la muchacha de la recepción me dijo que solo pude traer una de mis mochilas en el avión, y que tuve que pagar unos cuarenta euros extras para poner mi mochila grande en la parte de abajo y recogerlo en el clamo de bagaje una vez en Atenas. No me dijo cuenta que era así por lo que pensaba que decía un bagaje para “carry on” y uno personal, pero parece que eso es donde te cojen. Molestísimo de lo que pasó, fui hacia fuera para bordar el avión.




    El aereopuerto de Malta no tiene los caminitos esos cerrados que tienen los aereopuertos grandes, por lo que caminamos en la acera y montamos en el avión por unas escaleras como en la era dorada de la aviación. Una vez en el avión, me senté y leí la revista que tiene el avión sobre diferentes exibiciones de arte por toda Europa. El enojo se me fue cuando ayudé una señora griega prender los airecitos aribba de los asientos. El despegue fue bastante lindo por lo que pude ver la ciudad de Medina desde el avión con sus muros baroccas y su gran catedral con la cúpula roja tan típica de la arquitectura maltesa. También vi la isla de Gozo desde mi asiento, donde puedes ver todos los pueblitos que hacen parte de esa isla chiquita pero bien bella. Ya sobre el vasto mar Mediterráneo, nos sirvieron un emparadado pequeño de queso feta con lo que parece “corn beef” en un pan de centeno por gratis, la cual me pensé bruto por no saber que ibamos a coger desayuno gratis en el vuelo para no pagar los doce euros de café Costa. 




     En una hora y media, ya era hora de bajar hacia el aereopuerto de la capital griega. Este aterrizaje fue una turbulenta, donde el avión se iba de lado a lado y léntamente pero abrúptamente bajando hacia la pista que puedes ver desde imágenes de satélite. Admito que estaba asustadísimo, igual que otras personas griegas que estaban detrás mío, por lo que estaban riéndose y haciendo chistes probablemente diciendo que el avión se va a estrellar. Después del aterrizaje turbulenta el avión tocó la pista con calma y gracia, por la cual los griegos detrás de mí empezaron a apaludir y decir “opa”: pensaba que el “opa” solo era un estereotipo pero ya sé que lo dicen allá. Paramos en la acera donde bajamos a un autobús que nos llevó hacia el aereopuerto, donde fui al baño y recogí mi mochila con toda la calma del mundo. El próximo paso era ir al estación de metro para llegarle a mi hostal. 



    

    Después de esperar media hora (era domingo) el trén llegó para llevarme al centro de la ciudad. Atenas es una ciudad grandísima donde vecindarios y edificios dominan el paisaje por millas, millas, y millas, por la cual todo se llega en una hora por las distancias ridículas pero entendibles por la fábrica urbana. Aunque te toma mucho tiempo para llegarle a los diferentes lugares, el metro de Atenas es bien eficiente por lo que te lleva a casi toda lugar de la ciudad y los trenes llegan bastante a tiempo. Otra cosa buena es que la tarjeta de Metro se puede combinar con otros medios de transporte y es barata, por lo que solo pagas ocho euros para cinco días de viajes ilimitados. Después de hacer una pequeña escala en la estación de Attica, le llegué a la estación del barrio de Sepolia para ir a mi hostal. Sepolia es un barrio perfecto para quedarte si quieres la experiencia auténtica de cómo es vivir en Atenas, por lo que domina negocios y apartamentos de locales en donde todo es en griego, y donde la gente vive la vida cotidiana. 




    Haciendo el “check in” no me funcinaba mi tarjeta de débito, por lo que tuve que pagar con la tarjeta de crédito de la familia, en donde pensé que esta tarjeta no funcionaba también, pero cuando bajé a la estación de metro para comprar una taquilla semanal después de un pequeño descanso en mi hostal, la tarjeta funcionaba. Mi meta para ese día era comprar una camisa de remplazo por la camisa que se dañó en el techo del hostal de Malta, por lo que fui al centro de la ciudad a la misma cadena que compré esa camisa pasada: Pull and Bear. Mi experiencia del Pull and Bear en Atenas fue muchísimo diferente que la de Barcelona, por lo que estuvo vacío, y pude comprar una nueva camisa de botón si preocuparme de la ocupación en la tienda. Después de Pull and Bear caminé un poco por el centro de Atenas, donde pude ver unos cuantos edificios gubernamentales neoclásicas del siglo XIX, y pude ver el famoso Acrópolis; el Partenón y la Propilea desde lejos. Mi última parada fue la plaza de Omonoia en el centro de la ciudad nueva de silgo XIX, la cual me han dicho que no vayas para allá porque el área no es bueno, pero encontré los edificios que rodeaban la plaza decentes por lo que están muchos hoteles boutique y centros comerciales, pero por la noche puede ser que es otra la historia. 





    Después de mi pequeña caminata fui hacia el Lidl al lado del estación de Attiki para hacer una comprita. Compré un nuevo producto de bañar, un bloqueador solar, agua para toda la semana, un chocolatina que se llama Milko que es local y unos calamares fritos para la noche. Caminando hacia el hostal con mis manos llenísimos (el paquete de botellas de agua de 1 litro me dejaron los biceps inflados para el resto del viaje) me percaté que dejé mi camisa de Pull and Bear en el Lidl, por la cual decidí llegarle al hostal para dejar la comida y ir otravez hacia el supermercado para recogerlo. Traté la chocolatina Milko, que está bueno pero es un poco más dulce que Cacaolat que tiene un sabor más a chocolatina. En el supermercado me dejaron la bolsa por unas papitas al lado del cajero, la cual lo recojí rápidamente, y regresé al hostal caminando por el barrio. 





    Mi primera noche en Atenas, en comparación de mi primera noche en Malta, fue bastante calmado, por lo que cociné mis calamares, estaban decentes pero nada divino, y subí al “rooftop” del hostal para conocer la gente que están quedando conmigo y tomar una o dos bebidas. Por lo que todavía no decidí en comprar una pase para el Acrópolis y otros lugares, decidí que el próximo día iba a dormir y por la tarde explorar los estadios abandonados de las Olimpiadas del 2004. Tu puedes preguntar: Mauricio, eres un sin vida aburrido que se cree la gran mierda por gustarle la cultura clásica, y no vas a ver el Partenón el primer día que estás en Atenas, y en vez, ver estadios abandonados?” Y digo que sí, por lo que tuve una fase de las olimpiadas cuando era diés años donde veía de corrida todas las ceremonias de apertura de las diferentes Olimpiadas, así que tengo el derecho. 

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