Díario de viaje: Día 14
Día 14: Caminata a Savoca
Cuandó ví el poblado de Savoca en la escena de boda en la primera película de “The Godfather”, dije a mí mismo que tenía que visitar ese lugar sí o sí, así que cuando me enteré de que Savoca estaba a una hora y pico de Catania, hize planes para comprar las taquillas de trén. Acidentalmente compré dos taquillas para estaciones diferentes: Santa Teresa de Riva por la mañana y San Alessio por la tarde regresando a Catania. No era un problema grave ya que los dos pueblos estaban adyacentes de uno a otro, y la caminata desde Savoca era casi lo mismo. Ya sabiendo mis planes para ese día comí el desayuno gratis del hostal y corrí un e-scooter de Lime para llegarle a la estación.
La estación central de Catania es muy lindo ya que está al lado del mar, viendo los trenes ir y regresar con el fondo de barcos llegando al puerto de la ciudad, emitiendo una sinergía que nunca he visto en mi ciudad. El trén llegó veinte minutos tarde, pero no importaba por lo que teía mucho tiempo en mis manos. El trén en la mayoría del trámite estaba calmado, pasando por vistas bellas de la costa este siciliana, con el impresionante monte Etna como fondo. Ya se puso bullicioso cuando paramos en Taormina, el centro turístico del este de Sicilia donde están todas las playas populares y los hoteles para abastecer la cantidad de turistas que van a ese pueblo. Parejas y familias entraron en masa con sus maletas demasiadas de grandes para ser un viaje en Europa, pero no voy a pelear a otras personas por querer traer su casa entera a Italia; yo ando tranquilito con mi mochila.
Después de pasar por un puentazo de la carretera, y uno o dos barrios del pueblo, estaba en puro campo, el camino cuestarriba hacia Savoca. El hecho de caminar por la calle en las montañas me recordó de la Misión de verano que hize con mi escuela superior en el 2022, cuando fuimos a Orocovis para ayudar a la comunidad, iendo de casa en casa la misma manera en que lo estaba haciendo ahora mismo en Sicilia: caminando por cuestas al lado de la calle. Esa misión fue cancelada porque mitad del grupo se enfermó y no pudimos hacer la obra por regar enfermedades virales a grupos vulnerables en el campo, así que bajamos a San Juan. Pero caminando hacia Savoca me dio mucha felicidad por los recuerdos de este evento, la cual estuve bien entristecido por terminar porque ya no quería vivir la vida monótoma de mi casa. No creo en que las cosas pasan por algo pero muchos contratiempos en mi vida, incluyendo contratiempos menores como en este viaje, me han traído a eventos muy importantes y felices.
Aunque estaba rodeado por naturaleza bella y emocionado por el senderismo que estaba haciendo, subir la cuesta no fue fácil, ya que fue una hora de caminar en calles empinadas; no hubo ni una parte de la carretera que estaba plano. Más alto y alto que vas por el camino, más vistas bellas vas a ver. La valle entre Savoca es bien variado en naturaleza, ya que en el monte al lado de la carretera es seco, con hierbas altas y cactus por todos lados, mientras que la parte de arriba del valle está lleno de árboles bien verdes. Cuano estás a mitad del camino ya puedes ver el mar exponiendose desde los dos lados del valle, creando una vista dramática y pintoresca. También puedes ver a camino el pueblo de Savoca mismo rematado en el monte, con su iglesia mirando hacia el valle y el mar, y sus casitas regados hacia el resto del valle. Tengo que admitir que no estaba preparado para hacer una caminata como así, por lo que paraba en las sombras de los árboles para tomar agua; por lo menos racioné el agua para el camino entero.
Me asusté bien mal cuando vi que el resto de la carretera estaba más empinado que el resto del camino, fácilmente teniendo más de quince grados de empinado. Determinado para lograr mi meta de llegar a Savoca, empezé el último empuje, todo sudado y cansado subiendo el monte. Haciendo la subida, vi que un carro estaba en reversa, pensando qué le estaba pasando al carro o los que lo estaban guíando. Parece que era una pareja que bajó la ventana en frente a mí ofreciéndome que me llevaran hacia el tope del poblado, pero le dije que no, ya que decidí llegar a Savoca por caminar, y tenía que terminar lo que empezé. Después de muchas empinas, y una vista bella del mar desde la carretera, llegué a la entrada del poblado de Savoca. Ya candaso, me di un pequeño descanso en la sombra de los árboles del parque.
El parque tenía varias cosas para ver. Primero, un café que vendía gelato y otras delicias de Sicilia por precios poco altos de los usual. Segundo, un monumento a Francis Ford Copolla, el director de la trilogía de “The Godfather”, está puesto frente al fondo de la escena de boda; una escultura metálica del silueto del director con una cámara de filmar. Finalmente, al lado opuesto del monumento de Copola, está el famoso Bar Vitelli, una locación en la primera instalación de la trilogía, donde Michael Corleone, interpetado por Al Pacino, le ofreció el matrimonio de la hija del dueño de dicho bar. Ví el menú del bar, y los precios, por ser un lugar famoso de película y un lugar turístico, estaban demaciados de altos para ser una caminata restauran siciliano: un Aperol Spritz fácilmente te cuesta siete euros en Bar Vitelli comparado con cinco o cuatro euros en cualquier bar en Catania.
Visto el bar Vitelli, era hora de ver la famosa vía donde filmaron la escena de boda, donde Michael Corleone y su primera esposa marcharon hacia el centro del pueblo para la recepción. Para llegar a ese espacio, hay que caminar por una calle sinuosa del pueblo, donde pasas por casas pequeñas que albergan tiendas y bares bien “kitch” vendiendo mercandisia turística relacionado al “Godfather”. Después de pasar por dos o tres puertas, ya la vista del camino estaba en frente de mí igualito como la película, bueno, no tan igual por la escala. Encontré que la iglesia de San Nicolo se ve muchísimo más pequeño que la película, fácilmente veinte o treinta pies de altura. Por eso me quedé un poco decepcionado porque la iglesia en la película se ve grande y majestuosa, tan grande como una iglesia de una ciudad grande europea, pero en verdad, me dejé coger de bobo por la magia del cinema.
Al fin de esa vía después de la iglesia está una casa normal, con su marquesina y todo, pero hay un balconcito en donde puedes ver una linda vista del mar y los pueblos que lo abordan. Por lo que necesitaba un poco más energía para terminar mi caminata, me di una siesta pequeña en el banco al lado de la igleisa de San Nicolo, aunque fue solo veinte minutos; por el resto de los cuarenta y cinco minutos acuestado en ese banco estaba mirando hacia el cielo azul, un azul tan profundo que nunca he visto en mi vida. Bajando hacia la carreterra otravéz, debatí si debía comerme algo antes de bajar, pero como todos los lugares eran medios turísticos, y quería comer algo más local, decidí esperar hasta llegar a San Alessio.
El camino bajo la cuesta fue más fácil, por supuesto, por lo que estaba básicamente friccionando mis tenis para no salir corriendo bajo las cuestas empinadas. Los dos únicos contratiempos fueron el calor de madre causado por la humedad (no puede ser otra cosa) y casi ser atropellado por un motociclista. Por menos casi cogí un souvenir nuevo de mi viaje mediterránea: una pierna prostética, o un ataúd decorado con personajes de anime. Ya cruzado la carretera y ferrocarril, llegué al pueblo de San Alessio, que aunque es más turístico que Santa Teresa de Riva, estaba igualmente de muerto con sus restaruanes y tratorías cerradas, y hoteles de tres estrellas sin nadie en los balcones. Caminando desde el calle hacia el malecón que daba hacia la playa de piedra negra, encontré el lugar donde iba a comerme el almuerzo: el Bar Capriccio, un lugar frente al mar que vendía todo lo que puedes desear de la comida siciliana. Me comí un canelone de ricota, una mozarella en carroza, un pan relleno de mozarrella y jamón, y un capuchino, mientras ver el horizonte del mar. Trabajé en el blog de aller calmadamente hasta que era tiempo de montarme en el trén para llegarle otravez a Catania.
De regreso a Catania, cogí autobús hasta el terminal de buses de Borselino, donde me dijeron que pagara el boleto después de irme del bus, por la cual obviamente, delinqué por la máquina de boletos para disimular, y cuando perdí la vista del bus, me fui caminando hacia el hostal. Ya bañado y refrescado, bajé hacia el lobby para terminar con mis propios proyectos por el día. Después de trabajar, hize mi cena: un tortellini de proscuito y empanada de pollo del supermercado, y vi si las voluntarias del hostal querían salir por la noche, la cual querían quedarse, así que quedé en el hostal hablando con ellas y viendo series en Netflix. Me fui a dormir a las doce de la medianoche, listo para levantarme el próximo día para ir a Siracusa, una ciudad que me interesaba por mucho tiempo.
Cuidado con los motociclistas!!!
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